Cuando pensamos en un líder, muchas veces lo asociamos con alguien que tiene autoridad, toma decisiones firmes y guía a un equipo hacia un objetivo. Pero, ¿es eso todo lo que implica liderar? ¿Acaso la autoridad es suficiente para inspirar confianza, compromiso y resultados sostenibles? Por otro lado, está la percepción de que un líder debe ser “buena gente”, alguien siempre accesible, empático y condescendiente. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esa empatía no se traduce en exigencia ni en resultados?